¿De verdad queremos luchar contra la pobreza de esta manera?
El martes 17 se celebró a nivel mundial el día internacional contra la pobreza... anoche centenas de riojanos marcharon a ritmo de batucada por las calles de Logroño. Así como en muchas otras ciudades españolas, europeas y del resto del mundo. Es la sociedad civil mundial que se junta, se organiza, se informa, se moviliza y entiende que las cuentas no cuadran. El 15% de la población mundial sigue viviendo con el 80% de los recursos de este planeta y el restante 85% de la población está obligado a conformarse con las migas que los llamados países desarrollados les dejan por el camino. Pero en el año 2000, los gobiernos de todo el mundo pensaron que había llegado el momento de hacer algo. Antes sus ojos todavía veían las manifestaciones de Seattle pero sobre todo la década más oscura de la economía neoliberal: los oscuros años noventa, cuando la mano invisible levantaba evidentemente un sólo dedo...
La declaración del Milenio estableció ocho metas a cumplir parcialmente en el año 2015: a la fecha pocos países han sido capaces de lograr algunos de estos objetivos. Es por esta razón que se creó el movimiento “Sin Excusas” que pide a los gobiernos del mundo de cumplir con sus promesas lo más rápido posible, sobre todo porqué si seguimos así no habrá ningún mundo, tampoco otro posible. Hay que actuar ahora, porque otro mundo no es solamente posible, sino sobre todo urgente, muy urgente. Niños se mueren de hambre en países que son grandes productores y exportadores de carne y cereales, mientras que otros niños comen alegremente esperando la próxima Navidad, que sin duda alguna traerá el último modelo de móvil. Hombres y mujeres comprando en los supermercados del “primer mundo”, felicitándose por haber alcanzado la última superoferta de plátanos. Estos hombres y estas mujeres no saben que en Nicaragua, Honduras o Colombia como en toda América Central los bananeros, hombres y mujeres que no llegan a los 60 (ni a los 50), son obligados a trabajar con un sueldo ridículo, sin derecho a tener un sindicato, mientras que los aviones les echan encima cualquier cantidad de herbicida para que los consumidores blancos puedan llevar a la casa un plátano perfecto, curvo y amarillo como lo requiere Chiquita. Pero sobre todo sin derecho a tener hijos, porque estos herbicidas con el tiempo no les darán la posibilidad.
¿Podríamos nosotros europeos aceptar estas condiciones de trabajo? Claro que no, entonces ¿ por qué tendrían que aceptarlas los latinoamericanos? ¿Por qué nosotros seguimos manteniendo un nivel de vida que nos permite poseer más de un coche o más de un móvil por persona y el 80% de la población mundial no? ¿De verdad queremos luchar contra la pobreza de esta manera? Si seis mil millones de personas en el mundo vivieran como estamos viviendo nosotros habitantes del “primer mundo”, el planeta se acabaría en un instante.
Entonces, ¿qué soluciones hay? Quizás debemos mirar a la lucha contra la pobreza de otra perspectiva, la contraria. Empezamos a hablar de lucha contra la riqueza. Si es verdad que la riqueza se genera desde los recursos que tenemos en la Tierra, en este mundo sólo puede vivir un 15% de población rica si existe un 85% de la población subsistiendo con el resto. Lo mismo ocurre si lo pensamos al revés: ¿por qué hay tanta gente pobre en el mundo? Simplemente porque hay gente demasiado rica comiendo un plato que alcanzaría muy bien para miles o más. Si hay tanta pobreza es porque hay también demasiada riqueza. ¿Serían nuestros gobiernos de verdad capaces de implementar verdaderas políticas de redistribución del PIB? ¿Seríamos nosotros de verdad capaces de cambiar nuestros estilos de vida para permitir a los que viven con menos de un dólar al día de empezar una vida digna? O cuando termina la manifestación volveremos a la casa donde nos espera un blando sofá y nuestra mano, muy visible, se acercará al mando a distancia que, por fin, nos llevará al mundo fantástico que alguien creó para que no nos preocupemos de lo que pasa cerca y lejos de nosotros. ¿Somos capaces, o no? ¿A cuánto estamos dispuestos a renunciar para disminuir la pobreza?
Acabo de ver las noticias: una mujer muy guapa, con su pancarta a la mano contesta al periodista: “¡Basta ya! Es inaceptable que 35.000 mil personas mueran cada día de hambre”. Me fijo en sus gafas de sol... muy lindas, última moda... seguro que no cuestan menos de 100 euros.
Quizás la lucha contra la riqueza sea políticamente incorrecta, pero sería mucho menos hipócrita.
La declaración del Milenio estableció ocho metas a cumplir parcialmente en el año 2015: a la fecha pocos países han sido capaces de lograr algunos de estos objetivos. Es por esta razón que se creó el movimiento “Sin Excusas” que pide a los gobiernos del mundo de cumplir con sus promesas lo más rápido posible, sobre todo porqué si seguimos así no habrá ningún mundo, tampoco otro posible. Hay que actuar ahora, porque otro mundo no es solamente posible, sino sobre todo urgente, muy urgente. Niños se mueren de hambre en países que son grandes productores y exportadores de carne y cereales, mientras que otros niños comen alegremente esperando la próxima Navidad, que sin duda alguna traerá el último modelo de móvil. Hombres y mujeres comprando en los supermercados del “primer mundo”, felicitándose por haber alcanzado la última superoferta de plátanos. Estos hombres y estas mujeres no saben que en Nicaragua, Honduras o Colombia como en toda América Central los bananeros, hombres y mujeres que no llegan a los 60 (ni a los 50), son obligados a trabajar con un sueldo ridículo, sin derecho a tener un sindicato, mientras que los aviones les echan encima cualquier cantidad de herbicida para que los consumidores blancos puedan llevar a la casa un plátano perfecto, curvo y amarillo como lo requiere Chiquita. Pero sobre todo sin derecho a tener hijos, porque estos herbicidas con el tiempo no les darán la posibilidad.
¿Podríamos nosotros europeos aceptar estas condiciones de trabajo? Claro que no, entonces ¿ por qué tendrían que aceptarlas los latinoamericanos? ¿Por qué nosotros seguimos manteniendo un nivel de vida que nos permite poseer más de un coche o más de un móvil por persona y el 80% de la población mundial no? ¿De verdad queremos luchar contra la pobreza de esta manera? Si seis mil millones de personas en el mundo vivieran como estamos viviendo nosotros habitantes del “primer mundo”, el planeta se acabaría en un instante.
Entonces, ¿qué soluciones hay? Quizás debemos mirar a la lucha contra la pobreza de otra perspectiva, la contraria. Empezamos a hablar de lucha contra la riqueza. Si es verdad que la riqueza se genera desde los recursos que tenemos en la Tierra, en este mundo sólo puede vivir un 15% de población rica si existe un 85% de la población subsistiendo con el resto. Lo mismo ocurre si lo pensamos al revés: ¿por qué hay tanta gente pobre en el mundo? Simplemente porque hay gente demasiado rica comiendo un plato que alcanzaría muy bien para miles o más. Si hay tanta pobreza es porque hay también demasiada riqueza. ¿Serían nuestros gobiernos de verdad capaces de implementar verdaderas políticas de redistribución del PIB? ¿Seríamos nosotros de verdad capaces de cambiar nuestros estilos de vida para permitir a los que viven con menos de un dólar al día de empezar una vida digna? O cuando termina la manifestación volveremos a la casa donde nos espera un blando sofá y nuestra mano, muy visible, se acercará al mando a distancia que, por fin, nos llevará al mundo fantástico que alguien creó para que no nos preocupemos de lo que pasa cerca y lejos de nosotros. ¿Somos capaces, o no? ¿A cuánto estamos dispuestos a renunciar para disminuir la pobreza?
Acabo de ver las noticias: una mujer muy guapa, con su pancarta a la mano contesta al periodista: “¡Basta ya! Es inaceptable que 35.000 mil personas mueran cada día de hambre”. Me fijo en sus gafas de sol... muy lindas, última moda... seguro que no cuestan menos de 100 euros.
Quizás la lucha contra la riqueza sea políticamente incorrecta, pero sería mucho menos hipócrita.
Marco Coscione